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viernes, 27 de septiembre de 2024

 

LA VANGUARDIA

 

Entrevista

El diseñador del plan de transición económica tras el colapso de la Unión Soviética cree que el rescate a Rusia en 1991 fue rechazado por los neoconservadores en nombre de  la hegemonía estadounidense 







Jeffrey Sachs en la Universidad de Columbia de Nueva York  Gabriela Marino, 2022

Andy Robinson

MADRID

27/09/2024 06:00 Actualizado a 27/09/2024 08:14

 En 1990, a los 34 años de edad, el brillante economista de Harvard, Jeffrey Sachs fue invitado por Grigory Yavlinsky, el asesor económico de Mijaíl Gorbachov, para asesorar la transición de la Unión Soviética hacia una economía de mercado y, asi, abrir una nueva etapa de amistad con Occidente.

 Sachs -actualmente catedrático de la prestigiosa Universidad de Columbia en Nueva York- había tenido éxito con el mismo encargo en Polonia en los años anteriores. Tras el golpe contra Gorbachov y el colapso de la Unión Soviética en 1990, Sachs viajó a Moscú en 1991 para ofrecer sus consejos al nuevo gobierno de Boris Yeltsin y su asesor económico Yegor Gaidar. El joven economista de Harvard sería blanco de críticas en algunos sectores  por diseñar el plan de terapia de choque al inicio del hundimiento dramático de la economía soviética. Pero, según explica aquí por primera vez en un medio europeo, lo que desató la crisis catastrófica de la economía post soviética fue la negativa de Washington a implementar un plan de rescate recomendado por el equipo de Sachs, que habría supuesto condonar miles de millones de dólares de deuda y implementar un ambicioso plan de apoyo económico de EE.UU. y el G7 a las reformas de Gorbachov, una suerte de Plan Marshall. Pese a su amistad con Bill Clinton, Boris Yeltsin tampoco logró el apoyo económico que necesitaba.

 

El resultado fue un cataclismo social en la ex Unión Soviética,  el empobrecimiento de la mayoría de la población y el hundimiento de los índices de desarrollo, con una caída de la esperanza de vida media de 65 años en 1989 a 57 años en 1994.

 ¿Por qué Estados Unidos se negó a proporcionar la ayuda a la ex URSS ? La respuesta, según explica Sachs en esta entrevista, fue el plan  de consolidar la hegemonía estadounidense a escala planetaria después de la caída de la URSS. Cuanto más débil Rusia, mejor para el proyecto neoconservador que emergió con la administración de George H. W. Bush y siguió con Bill Clinton.

Esto se manifestó también en el incumplimiento de la promesa de no ampliar la OTAN “ni una sola pulgada”, según prometió en una conversación con Gorbachov, James Baker, el secretario de Estado de la administración de George Bush padre.  Sachs confirma aquí hasta qué punto  los líderes rusos confiaban en ese compromiso estadounidense, sobre todo en relación con Ucrania y Georgia, que consideraban esenciales para la seguridad nacional de Rusia. Pero, desde 1991, doce nuevos países han ingresado en la OTAN. Ya en 1994, la decisión había sido tomada de facilitar el ingreso a Ucrania en la OTAN, dice Sachs. El resultado, treinta años después, es una coyuntura extraordinariamente peligrosa, -advierte- con un elevado riesgo de aniquilación nuclear.

El reloj del “Doomsday” -del fin del mundo- está más cerca que nunca de la hora cero. Usted lleva mucho tiempo en esto. ¿Cómo se siente?

En 1991, cuando fui a Moscú, el reloj del Doomsday estaba a 17 minutos de la medianoche. Hoy está a 90 segundos de la medianoche. Lo he mirado a lo largo de estos años. Lo he mirado muy de cerca. Y alucino. Recuerdo con detalle la sensación que tuve cuando estaba sentado en el Kremlin en diciembre de 1991, mirando a la cara a Boris Yeltsin. Y tuve la sensación de que todo iba a salir bien. Porque teníamos las bases para la paz, la cooperación y la normalización de las relaciones entre Rusia y EE.UU. El presidente de Rusia me lo acababa de decir directamente. Y lo dijo con argumentos fundados y  mucha credibilidad. Pero Estados Unidos no supo aceptar una respuesta afirmativa; querían el dominio total y no la paz. Y eso es donde estamos hoy. Es extraordinariamente peligroso.

Cuando visitó Rusia y trabajó con Igor Gaidar, ¿Yeltsin confiaba en que no habría expansión de la OTAN?

No me tocó ocuparme directamente de cuestiones relacionadas con la OTAN. Pero la sensación general en esos momentos en el liderazgo ruso, desde luego, fue que Rusia y Estados Unidos tendrían relaciones fuertes y positivas en todos los ámbitos, y que la OTAN no se expandiría hacia el este. Esto se lo habían prometido tanto los estadounidenses como los alemanes.

¿Estaba James Baker delineando una estrategia real cuando hizo la famosa declaración a Gorbachov en febrero de 1990 de que la OTAN no se expandiría “ni una pulgada” o fue una estrategia para lograr la retirada de las tropas de la URSS de Alemania Oriental?

Baker estaba afirmando una política real de EE. UU. en ese momento. Posteriormente, Estados Unidos incumplió su palabra, y sabía perfectamente que lo estaba haciendo. Hubo un acalorado debate sobre este tema dentro de la Administración Clinton.

Se suele defender la ampliación de la OTAN como la respuesta de buena fe de EE. UU. a los deseos de las naciones anteriormente controladas por los soviéticos. ¿Qué piensa usted de eso?

Es cierto que los países de Europa del Este y de la antigua Unión Soviética querían ingresar en la OTAN. Pero eso no fue una buena opción. Rusia era muy sensible a la expansión, y nunca habría aceptado a Ucrania y Georgia en la OTAN. No es de extrañar.  EE. UU. jamás aceptaría bases militares rusas en el hemisferio occidental. Eso lo ha dejado muy claro a lo largo de 200 años, desde los tiempos de la Doctrina Monroe. EE. UU. y la Unión Soviética casi entraron en guerra nuclear por este mismo tema en 1962.

¿La Administración de Bush o de Clinton hizo algo para prevenir el colapso económico en Rusia?

Ni Bush ni Clinton tomaron medidas activas y adecuadas para apoyar la estabilización económica y financiera de Rusia durante 1992-93, cuando el gobierno de reforma ruso estaba en el poder. Esta fue una oportunidad catastróficamente perdida. No querían la paz sino la prolongación de la guerra fría.

¿Cree que, en realidad, querían ver el colapso de la economía para debilitar aún más a Rusia y ampliar la hegemonía de EE. UU.?

Asi es. Después de 1991, EE. UU. estaba afirmando su hegemonía global. No quería que Rusia colapsara, pero sí que Rusia fuera subordinada a EE. UU.

EE. UU. parecía abierto a incorporar a China en la economía global y como base manufacturera para las multinacionales estadounidenses (y comprador de deuda de EE. UU.). ¿Por qué la política fue diferente con respecto a Rusia?

En la visión del Estado de seguridad de EE. UU., China no parecía representar ninguna amenaza para la hegemonía estadounidense en los años 90 o principios de los 2000. De hecho, el estado de seguridad de EE. UU. prestó poca atención a China hasta la década de 2010.

La economista Isabella Weber compara la resistencia de China a la terapia de choque con Rusia. Usted diseñó algo de terapia de choque para Rusia. ¿Fue necesario?

Diseñé un programa de estabilización financiera para Rusia que EE. UU. y el FMI rechazaron. Acerté en mi diagnóstico económico, pero a EE. UU. no le interesaba la estabilización de Rusia, o al menos no una ayuda financiera significativa de EE. UU. para Rusia. China no necesitaba el mismo tipo de política de estabilización.

¿Consideró la administración de Clinton que la creación de la oligarquía rusa a través de la privatización fue un problema o parte del plan?

Yo no  formaba parte de la administración de Clinton ni de sus decisiones sobre la privatización en Rusia. Como académico intenté advertir a la Administración Clinton en 1995-96 sobre la corrupción en Rusia con respecto al acuerdo de acciones por préstamos, pero fui rechazado por la administración, que no mostró ningún interés en el asunto. Nunca tuve ninguna responsabilidad de asesoramiento o participación en la privatización rusa, y fui asesor (no remunerado) del gobierno ruso solo desde finales de 1991 hasta finales de 1993, por lo que no estuve involucrado ni presente cuando los oligarcas adquirían su riqueza.

¿Por qué la ideología neoliberal estilo Davos - “la paz está garantizada entre dos países si ambos tienen un McDonald's” , llegó a escribir Thomas Friedman- no prevaleció?

Porque EE. UU. no quiere la paz por sí mismo sino la paz a través de su hegemonía . Son cosas distintas. Creo que el asunto clave aquí no es ni el proyecto neoliberal. Es la hegemonía de Estados Unidos que sustituyó la hegemonía del Reino Unido, o sea que los angloamericanos deben gobernar el mundo y nada más. Siempre es así. La idea no era un nirvana de mercados, con el Foro Económico Mundial al mando del planeta. El objetivo desde el final de la Segunda Guerra Mundial era la hegemonía de EE.UU. Y claro, en ese contexto, las compañías multinacionales estadounidenses ganarían mucho dinero y podría haber comercio internacional y todo lo demás. Pero el verdadero objetivo durante todo este período y antes es el poder, así de simple.

¿Por qué no era compatible Rusia con ese plan?

En principio, no  hubo una incompatibilidad entre EE.UU .y Rusia. Ese fue mi punto de vista entonces, en 1991, cuando fui a Moscú, y sigue siendo mi punto de vista ahora. Escuché a Gorbachov, escuché a Yeltsin, escuché a todos. No había ninguna incompatibilidad. Había un consenso de que el bolchevismo había sido un paso en falso.

¿Es decir que la guerra es parte de una estrategia de treinta años para debilitar a Rusia?

En realidad, data de antes, de 1945, desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. Desde los años cuarenta hasta 1989, el malo de la película era el comunismo. No era Rusia en sí, sino la revolución bolchevique y el comunismo. Y eso terminó en 1991, y le puedo decir que terminó sin ninguna duda porque yo estaba sentado con Boris Yeltsin y me explicaba que quería que Rusia fuera una economía normal, y que el comunismo ya era el pasado. Pero, desde la perspectiva de Estados Unidos, no cambió absolutamente nada. Eso es muy interesante... el comunismo parece ser que fue una excusa. En el sentido de que había una gran potencia que era un rival y teníamos que derrotarlo. Por eso creo que la Guerra Fría se mantuvo después de 1991. La respuesta era: “Da lo mismo, comunistas o no comunistas; sigue siendo Rusia y tenemos que asegurarnos de que se incorporen al orden estadounidense.” Eso fue la mentalidad estadounidense.

¿Los neoconservadores, más que derrotar el comunismo querian que EE.UU elevara el alcance de su poder, cierto?

Sí. Hay que recordar que eso era muy explícito en la mente de  gente (neoconservadora) en Washington, como, Robert Kagan.  Era el proyecto para el Nuevo siglo americano de Zbigniew Kazimierz Brzezinski. Y los historiadores más lucidos ahora me explican que ya se había decidido más o menos en 1994 que la OTAN se ampliaría para incorporar a Ucrania. Es muy interesante leer el artículo de Brzezinski sobre estrategia en Eurasia, publicado en Foreign Affairs en 1997. No está hablando de sus ideas, sino de lo que ya ha sido decidido en Washington. O sea, ya a mediados de los años noventa es la doctrina americana. Y esto encaja; es la continuación de la estrategia que se puso en marcha a mediados de 1945 según la cual Rusia ya era el nuevo enemigo.

¿Por qué cree que estalló la guerra actual entre Rusia y Ucrania a principios de 2022?

Estalló por varias razones interrelacionadas, incluida la expansión de la OTAN, especialmente el deseo de EE. UU. de incorporar a Ucrania y Georgia; el abandono del Tratado de Misiles Antibalísticos por parte de EE. UU. en 2002; las operaciones de cambio de régimen de EE. UU. en Serbia en 1999, Ucrania en 2014 cuando se EE.UU. apoyó un golpe contra el presidente Viktor Yanukovich,; sin olvidar las guerras de EE. UU. contra Irak en 2003, Siria en 2011 y Libia en 2011. Todos esos países eran aliados de Rusia. Luego estuvo el fracaso de Ucrania en implementar el acuerdo de Minsk y el fracaso de EE. UU. en presionar a Ucrania para hacer cumplir Minsk II. Y, por supuesto, el envío de armas a Ucrania por parte de EE. UU. después de 2014 y la colocación de misiles Aegis de EE. UU. en Polonia y Rumania. Luego estuvo la negativa de EE. UU. a descartar el emplazamiento de sistemas de misiles de EE. UU. en Ucrania y los ataques ucranianos en el Donbás después de 2014, usando armas y financiación de EE. UU. Y, finalmente, el fracaso de EE. UU. de negociar con Rusia sobre estos temas a finales de 2021, cuando Putin propuso un borrador de acuerdo de seguridad entre Rusia y EE. UU. Todo tiene un hilo conductor: la arrogancia estadounidense que da por hecho que EE. UU. está al mando y Rusia no cuenta para nada.

Lo más extraño visto todo desde aquí en Europa es que Europa últimamente se ha alineado sin apenas debate con esa estrategia. Hace diez años, en 1994, tal vez Washington había decidido ampliar la OTAN hasta incluir a Ucrania, pero Europa no. ¿Por qué?

Eso es lo que me resulta verdaderamente chocante. ¡Cuántos líderes europeos en 2008, por ejemplo, tenían muy claro que la ampliación de la OTAN era peligrosa, provocadora, y que debería ser evitada! Me refiero a Merkel, Sarkozy... No tenían la más mínima duda. Resistían ante las presiones de George W. Bush en Bucarest. Yo tuve una larga conversación con un líder europeo que en estos momentos es primer ministro, en 2008 o 2009, y me preguntó: “¿Qué está haciendo tu presidente? Es una locura.” Ahora, la misma persona dice lo contrario, al menos en público. De modo que lo he visto con mis propios ojos. Y es bastante difícil de entender.  Macron me dijo en privado exactamente lo opuesto a lo que dice públicamente. Me dijo que consideraba que la OTAN era la causa de la guerra, pero luego en su discurso público dice exactamente lo contrario. Eso ocurre con otros líderes con los que he hablado. Orbán es el único que acierta. Y como consecuencia se le castiga. ¿Por qué? No sé si es la política del estado profundo, que Washington tiene a Europa en desventaja. No lo sé. Porque los cancilleres alemanes del pasado jamás se comportaban como Scholz: Willy Brandt, Helmut Kohl, Gerhard Schröder. Todos tenían su propia personalidad. Todos en algún momento estaban dispuestos a plantar cara a EEUU... ya no.

Orban y Trump parecen ser mucho más pragmáticos, realistas en lo que se refiere a Rusia.

Por supuesto. He hablado con muchos líderes europeos en los últimos años, y el que es de lejos el mejor informado, el más racional y que tiene las ideas más claras es Viktor Orban. Él entiende esta crisis a la perfección. Entiende las motivaciones de los diferentes países. Entiende los orígenes y la historia de la crisis. Y está siendo marginado precisamente porque dice la verdad en esta cuestión.

Dices en tu articulo en Racket news que el plan que ustedes propusieron en 1990 para Gorbachov  fue rechazado por los “guerreros de la Guerra Fría” en la administración de George Bush padre. Uno de ellos era Dick Cheney. Y Cheney acaba de anunciar su apoyo a Kamala Harris... ¿Eso qué nos dice?

Nos dice que existe un Estado profundo en Estados Unidos que trasciende los partidos políticos. Y si quiere hacer un seguimiento de esto, pues solo tiene que ver la trayectoria de mi nueva compañera en la Universidad de Columbia, Victoria Nuland que, por cierto es la mujer de Robert Kagan. Es fascinante. Ella era la número dos de Strobe Talbott en el departamento de Estado de Clinton. Ya era una figura clave en política respecto a Rusia en 1993-2000. Luego fue nombrada vice asesora de seguridad nacional por Cheney en la administración de George Bush hijo. Después ocupó el cargo de embajadora ante la OTAN de Bush. Luego, saltó de la administración Bush a ser la portavoz de Hillary Clinton. Luego fue número dos del departamento de estado en la administración Obama, que diseñó el golpe contra Yanukovich, y finalmente se hizo vice secretaria de estado en la administración Biden. ¿Qué es esto? ¿Es una parodia? No, es una gran estrategia consolidada por los Estados Unidos implementada por ambos partidos.   Y el respaldo de Cheney a Kamala Harris es exactamente lo que se podía esperar.

En el debate presidencial en televisión la semana pasada, Kamala Harris habló sobre la amenaza de Putin a Polonia y Donald Trump habló sobre el peligro de la Tercera Guerra Mundial si no se negocia el fin de la guerra. ¿Quién cree que tiene razón?

Trump tiene razón. Harris está hablando del guión del estado profundo de EE. UU. Trump  no está vinculado al estado profundo de la misma manera. Sin embargo,  está equivocado en muchas otras cosas. No voy a votar por ninguno de los dos. Pero parece que Trump y Vance entienden que la expansión de la OTAN es la causa de raiz de la guerra en Ucrania.

¿Cree que la escalada de tensión seguirá después de las elecciones ?

 La cuestión es si existe suficiente pragmatismo en la CIA o en la agencia de seguridad nacional o en el Pentágono para prevenir una escalada hacia una guerra nuclear. O sea, para conseguir una respuesta a tu pregunta habría que hablar con Bill Burns, el director de la CIA. Porque él tiene más poder que el presidente. Esta es la cuestión existencial... El fin de semana pasado la administración dijo que no iba a permitir golpes profundos dentro de Rusia. ¿Esto durará? No lo sé. Nadie está informando a la ciudadanía y a la opinión pública. No hay debate, no hay discusión. Lo único que hay es el comentario de Burns de la CIA de que no deberíamos estar intimidados. Lo cual es trágico y absurdo porque el mismo Burns redactó un informe en 2008 en el cual advirtió que la incorporación de Ucrania a la OTAN provocaría una reacción neurálgica no solo en Putin sino en toda la clase política rusa. Es una campaña de desinformación. Lo que tenemos es una escalada constante que es extraordinariamente peligrosa. Y no sabemos a dónde llegará.

 

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